Juan Rulfo

De lector a escritor

¿Te imaginas a Juan Rulfo, un joven curioso, sentado bajo la sombra de un árbol con un libro en las manos y el susurro del viento como único acompañante?

Según se cuenta, su amor por la lectura comenzó temprano, gracias a la biblioteca de un cura de su pueblo, donde descubrió las aventuras de Emilio Salgari, los héroes de Dumas y los dramas de Victor Hugo. Esos libros fueron sus primeras ventanas a mundos lejanos, pero también le mostraron cómo una historia podía transportar a alguien más allá de su propia realidad. Leer, para Rulfo, era más que entretenimiento; era un viaje constante hacia nuevas formas de imaginar.

Una de sus mayores influencias fue el noruego Knut Hamsun, cuyas obras encontró siendo apenas un adolescente.

Imagina el impacto: un joven en los vastos paisajes de Jalisco leyendo sobre las emociones contenidas y los paisajes brumosos del norte de Europa.

Esa conexión entre mundos tan distintos lo marcó profundamente, enseñándole que las palabras no tienen fronteras. Pero lo más fascinante es cómo Rulfo supo absorber esas atmósferas para mezclarlas con las voces y el polvo de los pueblos mexicanos que conocía tan bien.

Porque, al final, no se trata de copiar lo que lees, sino de dejar que esas historias te enseñen a ver lo extraordinario en lo cotidiano.

Rulfo leía con la calma de quien escucha una conversación importante, buscando en cada página las respuestas a sus propias inquietudes. Y ese es su mayor legado para quienes queremos escribir: no hace falta leer cientos de libros, sino leer los que te marquen, los que enciendan algo en ti.

Él encontró en las palabras de otros los ecos que luego moldearon su propia voz. Tú también puedes hacerlo. Deja que tus lecturas te guíen, que te provoquen, que se conviertan en semillas para tus propias historias.

Como lo demuestra Rulfo, escribir no es otra cosa que transformar lo que amas de los libros en un mundo completamente tuyo.

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