La frase "Para amar a la humanidad hay que ignorarla", de Mariana Frenk Westheim, nos confronta con una paradoja profunda: solo al distanciarnos de las imperfecciones y contradicciones inmediatas de la humanidad podemos acceder a un amor más idealizado y universal.
Frenk Westheim, crítica y traductora, sugiere que el ruido de las miserias cotidianas y las limitaciones individuales a menudo nos impiden ver la grandeza de lo humano en su conjunto.
Así, ignorar en este sentido no implica desprecio, sino un acto de trascendencia: elevarnos más allá de lo tangible para encontrar en el arte, la literatura y el pensamiento una humanidad más pura y digna de ser amada.
A través de la literatura, se ofrece un espacio para reflexionar, imaginar y conectar con esa humanidad idealizada, rescatando su belleza y profundidad incluso en medio del caos cotidiano.GestaCuentos